Pablo Aguado
Define la Real Academia de la Lengua Española al Arte como manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. Puede haber definiciones más completas, pero nos llega para explicar que el Arte, con mayúscula, se va a referir a una habilidad adquirida relacionada con lo estético, aquello que se percibe por los sentidos y transmite.
El arte es, por no decirlo tanto en palabras tan intensas, no sólo poder crear, si no la capacidad de que a través de él una emoción, un sentimiento sea de algún modo mostrado por el autor al destinatario de la obra..
Por eso el profesor Tolkien entendía que la Fantasía, los Cuentos de Hadas, eran Arte (esto es, arte en su máximo modo), y él lo escribió así en “Sobre los Cuentos de Hadas”: “La fantasía no es, creo yo, una manifestación menor sino más elevada del Arte, casi su forma más pura, y por ello -cuando se alcanza- la más poderosa”.
Ese texto, que está escrito sobre una conferencia que Tolkien dió, es muy extenso, y no deberíamos profundizar tanto. Sin embargo, hay que destacar que habla de el mundo primario (el que podemos ver, lo que se podría llamar la realidad) y el mundo secundario (el subcreado, el imaginado, el de la fantasía) están relacionados por el subcreador/escritor y hacen que la persona entre en esa fantasía o cuento de hadas. Y que un “sol verde”(ejemplo que pone Tolkien) no le parezca extraño. Todo en ese mundo tiene que estar en la línea de ese sol, que mientras sea coherente, será creíble. Sobre creación y subcreación en Tolkien, este podcast de la Sociedad Tolkien es muy recomendable.
La obra de Tolkien, de la cual los libros de “El Señor de los Anillos” o “El Hobbit” son solamente la punta del iceberg, es una compleja y curiosa obra de arte vista desde este punto de vista. Cada detalle del “legendarium” escrito por JRR Tolkien fue revisado muchas veces, y nunca era lo suficientemente bueno y consistente como para salir a la luz. Por eso sólo se publicaron estas dos obras, y el resto, como “El Silmarillion”, son un trabajo de Christopher Tolkien.
Toda la obra de Tolkien tiene una coherencia interna (que el sol verde sea creíble) muy trabajada, a través de muchos detalles, que siempre van cuidando esa coherencia (por ejemplo, hablaría de una sombra verdosa, un reflejo aguamarina en la pared…). En la obra escrita de Tolkien hasta los ritmos y descripciones reflejan si estamos con los Ents (mucho más pausados y lentos), tonos más animados son correspondientes a los protagonizados por hobbits en la Comarca… u otros más directos, como diferentes títulos y relaciones de los personajes (Gandalf el Gris o el Blanco, Trancos o Aragorn hijo de Arathorn). Por eso Tolkien es un artista y subcreador, haciendo creíble su creación. Haciéndola coherente y verosímil. En este podcast de Fase24 se habla de la figura de Tolkien.
Y aquí llegamos al verdadero problema con la obra de Tolkien en mi opinión, (o cualquier obra de arte): utilizarlas como base para continuar “sub-creando”. Se corre un peligro: que pase de ser arte a artículo. Que pase de ser la expresión de un mundo coherente y consistente a ser objeto, artículo, comerciable y para el cual priman las pasiones y los deseos, haciendo que deje de ser plausible. O sea, que pase de hacernos ver sensato el sol verde a que sea eso mismo lo que nos saque de la historia. Que pasemos de creernos el mundo secundario a que algo nos saque de él y nos devuelva a la “realidad”.
Antes de nada, decir que lo comercial no es malo, ni nada más lejos de la realidad. Últimamente se escucha una frase “qué gran época para ser friki”, con tanto producto de Star Wars, la Tierra Media, Marvel, Poniente… Y eso es muy bueno, pero hay un riesgo: que se transforme exclusivamente en artículo. Y esto hace que pierda muchas de sus señas de identidad. Y esto no significa en muchos casos que no aparezcan los personajes, ni las frases de los mismos, ni la historia. Es el momento en el cual se pierde esa realidad de un mundo secundario consistente y coherente y con fondo, sólo para dar espectáculo y emociones momentáneas.
Vamos a ver esto con las adaptaciones de la obra de Tolkien que conocemos: Los Anillos de Poder, El Hobbit y El Señor de los Anillos. ¿Habrá en ellas situaciones que nos hagan ver extraño un “sol verde”?
Esta última une a la crítica cinematográfica y a los estudiosos del profesor como una adaptación de una calidad extraordinaria, que es artísticamente una maravilla, manteniendo el tono de la obra en muchos de los puntos esenciales. Es consistente, es coherente, no hay muchas situaciones que te hagan salir de la película y que las veas extraña. Sin embargo, en El Hobbit se pierde de vista esto. O más bien, parece que quisieron hacer un segundo Señor de los Anillos para el cine, y se olvidaron los detalles que hacían de El Hobbit una obra consistente y diferente. Y es cuando pierde de vista a la obra de la que viene, cuando “patina”, cuando te desconecta, porque no es todo lo creíble que podía ser. ¿Por? Quizás, a mi modo de ver, intentan cambiar su esencia añadiendo cosas, información, escenas de muchos sitios diferentes y no necesarios. Pueden verse las valoraciones de, por ejemplo, Rotten Tomatoes sobre El Señor de los Anillos y El Hobbit
¿Y qué ocurre con la serie Los Anillos de Poder? Aunque llevamos 6 capítulos de la primera temporada (y faltan dos por terminar), en mi opinión, el sol no se ve verde. Azul. Precioso. Pero nota uno mil detalles que le van sacando de la historia de cuando en vez. Y no es una cuestión de adaptar mejor o peor lo poco que se conoce de Tolkien. Es que internamente considero que sufre problemas, fallas, y te sacan de la propia historia que cuentan, te lo hacen increíble. Y quizás, y es una opinión provisional, tengamos un “artículo” y no una obra de arte.
Y este sería el problema. Olvidar el arte y la subcreación de la obra que se está, por ejemplo, adaptando al cine, a imagen, a música… para dar un montón de sensaciones instantáneas, visualmente gustosas.
Por tanto, tanto en la obra de Tolkien como en cualquier otra hay que evitar un peligroso mal: Pensar que en el arte, sin su esencia, sigue siendo trascendente, cuando se ha convertido en un artículo… prescindible..